En este artículo vengo a hablaros de la regulación emocional, un término que se escucha frecuentemente pero que a veces puede resultar difícil de definir.
Cuando hablamos de regulación emocional se hace referencia a un proceso que nos permite ejercer influencia sobre las emociones que nosotros mismos y las personas de nuestro alrededor experimentamos, más concretamente, sobre cuándo y cómo las sentimos, y cómo son expresadas. Esto nos ayuda a adaptarnos mejor al medio que nos rodea y ser más funcionales en nuestro día a día.
Este proceso está compuesto por diferentes etapas o fases en el procesamiento emocional:
1) La primera de ellas es la apertura emocional. En esta fase lo que queremos lograr es permitir a nuestro cuerpo sentir diversas y distintas emociones, para poder detectar cambios en ellas.
2) Este es el objetivo de la segunda fase, que recibe el nombre de atención emocional. Aquí nos centramos en prestar atención a los cambios que surgen en nuestro cuerpo. Por ejemplo, si estoy notando un vacío en el estómago cuando estoy contando o recordando algo, o si estoy empezando a sentir una fuerte presión en la espalda. Tanto en esta fase como en la primera nos puede ayudar visualizarnos a nosotros mismos tumbados en el césped e imaginar las emociones como las nubes que vienen y se van para seguir su recorrido por el cielo.
3) La tercera fase es la de etiquetación emocional, donde nombramos lo que hemos detectado en nuestro cuerpo. Poner nombre a las emociones es algo fundamental dado que, al hacerlo, podemos cambiar el significado de la emoción y comprender qué es lo que quiere decir. Si a la hora de hacerlo no sabemos qué nombre poner a alguna emoción, podemos hacer uso de diferentes listados de emociones.
4) En cuarto lugar, está la aceptación emocional. Aquí acepto y me permito tener una emoción determinada. Es algo que influye en todo el proceso de regulación emocional, pero que cobra más relevancia en esta fase. Es importante destacar que la aceptación no es sinónimo de resignación, ya que esta última conduce a la inacción al hacernos sentir que no podemos hacer nada para resolver una situación determinada. En cambio, la aceptación es la decisión de admitir y afrontar todas las situaciones que la vida nos brinda, dejando atrás lo que no podemos cambiar para centrarnos en lo que podemos controlar y corregir. Paradójicamente, la aceptación se convierte en el primer paso para poder lograr el cambio, ya que en el momento en que aceptamos algo nos abrimos a considerar otras posibilidades que pueden mejorar nuestra situación, lo que nos permite entrenar nuestra flexibilidad psicológica y posibilita que podamos elegir entre renunciar o perseverar en una acción que está al servicio de nuestros valores personales.
5) En quinto lugar, está la fase de análisis emocional. Es el momento de analizar de dónde viene mi emoción, qué función tiene y qué mensaje está tratando de comunicarme, para que pueda determinar si se trata de una falsa alarma o no. Es importante recordar que no debemos creernos todo lo que sentimos, ya que a veces las emociones se disparan por defecto, como un antivirus que salta cada vez que encuentra una potencial amenaza. No todas serán amenazas reales, pero el antivirus siempre nos avisará por si acaso.
6) La última fase es la de regulación emocional. Después de haber logrado todo lo anterior, podemos percibir nuestras emociones sin sentirnos arrollados por ellas, ya que si bien no podemos controlar que aparezcan o no, estas son maleables, y ello hace que podamos influir en el alcance que tienen y la repercusión que nos generan en nuestro día a día.
Sin embargo, pueden aparecer diferentes obstáculos a lo largo de este proceso.
Algunos de ellos pueden tener que ver con creencias que no nos ayudan a funcionar mejor en nuestro día a día, tales como: "no merezco estar bien", "no debería tener que regular mi ánimo o animarme".
Otros obstáculos pueden estar relacionados con distintos sentimientos, como por ejemplo, "me genera vergüenza tener que animarme yo mismo", o incluso con nuestras propias expectativas, de forma que podemos creer que intentar animarnos es una pérdida de tiempo o que si lo hago me sentiré todavía peor.
Si has identificado alguno de estos obstáculos u otros distintos a lo largo del proceso de regulación emocional, quizá deberías consultar a un profesional. En este caso, puedes pedir tu primera cita con nuestro despacho online aquí.
Esther Sánchez
Psicóloga General Sanitaria
Colaboradora en Despacho de Psicología Sonia García
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