La ausencia de discusiones en una pareja no significa que la relación vaya bien, de igual forma que la presencia de discusiones en la pareja no significa que la relación vaya mal.
Discutir es algo completamente normal y más si se trata de discusiones dentro de una relación de pareja, donde cada miembro viene de una casa distinta, con sus valores y sus costumbres. Cada día pueden surgir nuevas dificultades que hay que solventar y para ello la pareja tiene que discutir cada dificultad o problema, pero discutir en este caso no significa gritar o insultar, sino que significa que la pareja se sienta a hablar sobre ese conflicto donde cada uno expone su punto de vista y entre los dos tratan de llegar a un acuerdo que beneficie a ambos. Esto es discutir.
En terapia de pareja es muy común encontrarse con parejas que no saben discutir. Estas parejas valoran cómo les ha ido la semana en función del número de discusiones que han tenido. Valoran como buena semana aquella en la que han tenido ninguna o muy pocas discusiones y como mala semana aquella en la que han discutido con mucha frecuencia. Hacer esta valoración es caer en un error, puesto que, como decía antes, discutir es completamente normal y no es algo negativo en el seno de la pareja. Los problemas vienen no por discutir, sino por la forma en que se discute. No es lo mismo discutir a gritos, a portazos o con reproches que discutir dialogando simplemente exponiendo los puntos de vista. La diferencia está clara.
Cuando tenemos discrepancias con la pareja y consideramos que tenemos la razón podemos tomar diferentes caminos:
El camino del silencio: me callo y no digo nada, me molesta pero me callo y dejo que mi pareja lo resuelva como crea conveniente. Este camino es adoptar una actitud pasiva ante el conflicto.
El camino de la agresividad: me pongo a gritar, no respeto los turnos de palabra, intento manipular al otro para que me dé la razón, hago reproches sobre asuntos del pasado o incluso doy algún portazo como señal de enfado. Mis gritos y mi actitud poco amigable al final provocan en el otro una respuesta similar de gritos, enzarzándose en una espiral que no va a solucionar el problema. Este sería el camino de la actitud agresiva ante el conflicto.
El camino de la asertividad: discuto el asunto con mi pareja de forma calmada exponiendo cada uno su punto de vista y su opinión tratando de llegar a un acuerdo común que beneficie a ambas partes. Este es el camino de la actitud asertiva ante el conflicto.
Por tanto, discutir no es malo, no es signo de problemas en la pareja, de hecho, las discusiones pueden ser una buena oportunidad de crecimiento de la pareja puesto que juntos consiguen solventar discrepancias y dificultades de mayor o menor importancia que les surgen en el día a día. Por ello, habrá que prestar atención no tanto a la cantidad de discusiones como a la calidad de las mismas, es decir, tener en cuenta cómo se discute y no cuánto se discute.
¿Has conseguido identificarte con alguna de las tres formas de discusión que he nombrado anteriormente (los tres caminos)?
Si te identificas con una forma de discutir que se aleja bastante de la forma asertiva, tienes que saber que se puede aprender a discutir de forma saludable, de modo que si lo crees conveniente puedes buscar ayuda en un terapeuta de pareja para adquirir nuevas herramientas o utilizar de forma correcta las que ya tenéis para aprender a discutir sin sentirse mal por ello y que la relación de pareja no sufra un desgaste mayor debido a esa forma de discutir no saludable.