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El Blog de Sonia García

Psicología y Sexología para tod@s
Foto del escritorSonia García Barbera

Ramón aprende a hacer amigos



En un pueblo muy lejano, lleno de montañas y ríos, vivía Ramón, un niño que estaba siempre de mal humor.

Iba por la calle con cara de enfadado y no saludaba a la gente que conocía.

Cuando estaba en el colegio siempre hablaba mal a su maestra y a sus compañeros y todos se ponían muy tristes, no entendían por qué Ramón se portaba así.Interrumpía en clase y, a veces, hasta insultaba a sus amigos del colegio. Nadie comprendía la actitud de Ramón y se estaba quedando sin amigos. No querían estar al lado de un niño que estaba siempre enfadado y que además, les hablaba a gritos y con insultos.

Ramón se sentía muy solo y cada vez gritaba más y más a sus compañeros.

Un día, estaba Ramón paseando cerca de un río cuando de repente, salió del agua un pequeño duendecillo verde que le dijo: “Ramón, ha llegado a mis oídos que no estás teniendo un buen comportamiento con tus compañeros y vecinos, y no podemos permitir que haya en el mundo un niño enfadado todo el día. A partir de este momento, cada vez que grites, insultes o hables mal a alguien, tu lengua se quedará dormida durante dos horas y te costará mucho hablar durante ese tiempo”. Y el duendecillo volvió al agua.

Ramón se quedó muy sorprendido y se fue corriendo a casa.

Al día siguiente, en el patio del colegio se puso gritar a un compañero y de pronto su lengua se quedó dormida y no era capaz de hablar ni mucho menos de gritar. En ese momento se acordó del duendecillo y comprobó que su advertencia era cierta.

Cuando Ramón volvió a casa después del colegio le contó preocupado a su mamá lo que le había pasado y confesó que gritaba tanto porque no sabía hacer amigos y se sentía muy solo, se sentía enfadado con todo el mundo.Su mamá le abrazó y le explicó que el duende que había visto es el duende que protege la felicidad de los niños, y que si quería tener amigos tendría que dejar de gritar y de insultar y cambiarlo por hablar a los demás de forma amable, escucharles y ser simpático. Y una cosa muy importante, tendría que cambiar la cara de enfado por sonrisas. Su mamá también le explicó que a veces es normal estar enfadados pero que no podemos estar así todo el tiempo.

Ramón estuvo pensando en las palabras de su mamá y al día siguiente empezó a probar todas esas cosas. De camino al colegio fue saludando a todos los vecinos y éstos le respondían con una gran sonrisa, y Ramón se sentía muy bien. Llegó a su clase dando los buenos días a su maestra y a sus compañeros, y éstos, sorprendidos, le respondieron también con sonrisas. Y así todos los días. Gracias a su cambio de actitud, sus compañeros querían jugar con él y descubrieron un niño muy divertido en ese niño que antes estaba siempre enfadado.

Ramón no volvió a gritar más y se sentía muy feliz de dar y recibir sonrisas a la vez que tenía un montón de amigos y amigas con los que compartir juegos. Nunca más se le volvió a dormir la lengua y el duendecillo de la felicidad le observaba contento cada vez que Ramón salía a pasear por el río rodeado de amigos.


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