El miedo a la sangre o hematofobia se encuentra dentro de las fobias específicas, por lo que se da cuando los niveles de ansiedad y estrés asociados a la sangre y situaciones relacionadas con ella (inyecciones, heridas, intervenciones quirúrgicas, extracciones,...) interfieren de forma negativa en la vida de la persona, de modo que le impiden llevar a cabo tareas de la vida diaria traduciéndose en una merma de su calidad de vida.
¿Cómo saber si padezco hematofobia?
El hecho de que no nos haga especial ilusión ver sangre o heridas no significa que suframos de fobia a la sangre. Esta fobia tiene implicaciones más trascendentales que simplemente evitar hacernos una herida o ver cómo se la hace otra persona. Dicho esto, la fobia a la sangre se caracteriza fundamentalmente por dos aspectos:
- Las crisis que provocan desmayos con mucha frecuencia (algo que no ocurre en el resto de fobias).
- Suele existir miedo a los propios síntomas de las crisis, miedo a los desmayos o miedo al miedo.
Síntomas de la hematofobia:
- Mareos y desmayos
- Náuseas
- Sudor
- Debilidad
- Sensación de asco
Sin duda el síntoma más grave es el desmayo. Esto ocurre porque ante la exposición al estímulo fóbico (sangre o asociados) se produce un fuerte incremento de la frecuencia cardíaca y de la tensión arterial seguido de un brusco descenso, lo que provoca que no llegue suficiente oxígeno al cerebro y se produzca el desmayo. Pensemos también en las consecuencias de los desmayos: golpes, desorientación, etc.
Causas de la fobia a la sangre:
No se conocen causas exactas, aunque sí se ha podido comprobar que existe una influencia genética: descender o no de una familia en la que alguien sufre hematofobia es un buen indicador para conocer la probabilidad de que se tenga esta fobia. También puede desarrollarse tras las propias experiencias de la persona, por aprendizaje y asociación.
¿Existe tratamiento para la fobia a la sangre?
Sí, existen diferentes estrategias para plantar cara a la hematofobia. Entre las más efectivas está la terapia cognitivo-conductual con un tratamiento validado empíricamente y basado en la exposición gradual a la sangre para que la persona se acostumbre a ella junto con ejercicios de relajación.
Este tratamiento debe ser llevado a cabo por un profesional de la psicología, ya que los intentos "caseros" de exposición pueden resultar contraproducentes y agravar la fobia, pueden "traumatizar" a la persona.
Esta fobia conlleva dificultades y problemas que repercuten en el día a día. Si tiene solución, vale la pena buscarla.